Antonio Álvarez Castillo nació en Frailes el 13 de junio de 1911. Era hijo natural (ilegitimo) de Manuel Álvarez Anguita de 40 años, que era viudo y de Rosario Castillo Castro de 32 años. No estaban casados, ambos eran de Frailes y vivían en la calle San Antonio. El oficio del padre era campo.

La madre muere el 10 de octubre de 1911 de pulmonía, en su casa en la calle Rosario, dejando una hija menor, llamada Rosario. No dice nada del niño Antonio Alvarez Castillo. Pero se deduce que Antonio tenía 4 meses cuando queda huérfano de madre, quedando al cuidado de su padre.
Su padre, Manuel Álvarez Anguita muere el 7 de abril de 1921 con 50 años y domiciliado en la calle Rosario. Era viudo de Encarnación Zafra Duran de la que tenía dos hijos: Francisco y Manuel Álvarez Zafra y tenía un tercer hijo, Antonio Álvarez Castillo que cuando muere el padre era menor de edad (10 años). La causa de la muerte tuberculosis gástrica.
Cuando queda huérfano de padre, Antonio se marcha a vivir con su hermanastro Francisco Álvarez Zafra de 25 años, y su mujer Esperanza Castro Álvarez de 23 años. Vivían en la calle Rosario número 6 y en el mismo domicilio vive el otro hermanastro Manuel Álvarez Zafra de 22 años y Antonio Álvarez Castillo de 15 años, que estaba soltero, no sabía leer ni escribir y trabajaba en el campo.
En 1924 el hermano Manuel se casa con Aurelia Castro Aguilar, y viven en la misma calle en el número 4 de la calle Rosario. Antonio queda en el número 6 con Francisco y Esperanza. Así pues se deduce que son sus hermanos de padre los que se hacen cargo del niño Antonio, lo crían hasta que se marcha al frente en la Guerra Civil (1936/39).
Antonio Álvarez Castillo se afilia a la UGT y cuando estalla la Guerra Civil se marcha al frente. Por lo que sabemos estuvo en el frente del norte. Miliciano del Batallón n.º 13 de la 11ª brigada del Ejercito del Norte, en Asturias y Gijón. Perteneció a la Brigada 155, Batallón de Infantería en donde ascendió a cabo. En Santander se afilia a la CNT y pasa ha ser Comisario del Ejercito Rojo en 1937. Y como militante de la CNT, ingresó en Solidaridad Internacional Antifascista. La Guerra Civil en el Norte, pasó de objetivo secundario a campaña crucial. En 1937 se rinde San Sebastian y Bilbao al Bando Nacional. En un principio el norte estuvo desatendido por el Bando Nacional, el cambio de objetivo estratégico fue decisivo para los Nacionales.
CAMPO DE CONCENTRACION DE BARCARÈS – ST CYPRIEN
Ante la avalancha de refugiados dirigidos a Argelès-Sur-Mer, se construyeron los campos de Saint Cyprien y Barcarès muy cerca de Argelès. Barcarès fue construido en cuatro semanas en febrero de 1939, como campo provisional. Las condiciones eran igual de lamentables que las de Argelès. Dieciocho islotes de 25 barracones sobre la misma playa. Diseñado para 31.500 personas se calcula que unas 100.000 personas fueron recluidas en este recinto.
En septiembre de 1939, al iniciarse la segunda guerra mundial, el campo fue puesto bajo autoridad militar y después del armisticio de 1940, el gobierno de Vichy empleó el campo de Le Barcarès como punto de concentración de compañías de trabajadores extranjeros.
Se calcula que en aquellos días, cerca de medio millón de españoles tomaron el camino del exilio hacia Francia, un éxodo sin igual en la historia del país. El rápido avance de las tropas franquistas en el frente de Cataluña, tras su victoria en la batalla del Ebro, provocó una precipitada huida por las intrincadas sendas pirenaicas que conducían hacia la frontera de miles de ciudadanos, familias completas, soldados y dirigentes políticos que encaminaban sus pasos hacia el país vecino en busca de refugio.
Para muchos de ellos, Francia era el paradigma de aquello por lo que creían luchar: la patria de los derechos humanos, la libertad, la igualdad y la fraternidad. La nación de la Marsellesa, que los republicanos españoles no habían dudado en adoptar en infinidad de ocasiones. Y, con todos sus vaivenes, la única de las grandes potencias occidentales que, aunque fuera por momentos, había prestado un mínimo apoyo al régimen republicano.
Pero la Francia a la que entonces se dirigían distaba mucho de ser una tierra entregada a su causa. Hacía poco menos de un año que ocupaba la jefatura del Gobierno galo el socialista radical Edouard Daladier, que había adoptado una política exterior alineada con la de Reino Unido, tendente a aplacar los ánimos belicistas de la Alemania de Adolf Hitler y evitar así el estallido de una nueva guerra en Europa.
La fría acogida a los refugiados españoles también reflejaba el rechazo hacia ellos de amplias capas sociales francesas. Por eso, ya en 1938, cuando el número de exiliados españoles en Francia apenas superaba los 50.000, el ministro de Interior galo, Albert Sarrault, se referiría a ellos como «elementos indeseables» de los que había que librarse.
Tras reubicar a mujeres, ancianos y niños por distintas zonas del país, pronto comenzó la puesta en funcionamiento de una serie de campos de concentración, ubicados a los pies de los Pirineos y, especialmente, en las playas mediterráneas más próximas a la frontera, en los que serían recluidos unos 270.000 hombres, la mayor parte de ellos excombatientes del ejército republicano. Aquellos centros consistían en poco más que un terreno de arena cercado por alambradas en el que ni siquiera existía un techo bajo el que guarecerse y en el que las privaciones materiales eran absolutas.
Tanto es así que México pronto iniciaría las gestiones para dar cobijo al mayor número de exiliados posibles dando prioridad, eso sí, a los de mayor formación, abriendo una puerta a la esperanza para los tristes huéspedes de los campos de concentración que aguardaban con expectación -no pocas veces sucedida de desilusión- la relación diaria de quienes habían sido seleccionados para marchar a México, esperando escuchar su nombre.
Otros optarían en cambio por reemprender el camino de regreso a casa, confiados en que allí no podría esperarles una vida peor. Las autoridades francesas sin duda alentaban estas repatriaciones para aliviar una carga que les consumía importantes recursos económicos y militares en un momento crítico.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 depararía para aquellos hombres un capítulo aún más dramático en sus vidas como exiliados. Y es que tras el rápido sometimiento de Francia a la arrolladora fuerza militar de la Alemania nazi, muchos (unos 48.000) serían deportados a territorio germano y más de 8.000 internados en los aún más tétricos campos de concentración del nazismo, como el de Mauthausen.
Antonio Álvarez Castillo, estuvo en el Campo Número 11 de Saint Cyprien, desde donde partió para Veracruz en Méjico.

VAPOR SINAIA
Buque de vapor francés construido en Glasgow (Reino Unido) en 1924 y dedicado al transporte de personas, que cubrió la ruta Marsella-Nueva York. Su botadura fue realizada por la reina María de Rumanía, que le dio nombre al barco en homenaje a Sinaia, población rumana que era residencia real.
Realizó otras tareas como el transporte de peregrinos musulmanes a la Meca o el transporte de soldados, aunque realmente es conocido por haber sido el primer buque de exiliados españoles a Méjico, tras el triunfo del bando sublevado en la Guerra Civil Española. Esta primera expedición hacia Méjico fue sufragada por una institución británica, el «National Joint Committee for Spanish Relief», presidido por la duquesa de Atholl. El 13 de junio de 1939 el Sinaia arribó al puerto de Veracruz para desembarcar a los refugiados españoles. Había salido el 25 de mayo de 1939 desde Sète (Francia), fletado por el SERE (Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles), para buscar un lugar de acogida a españoles ante el avance de las tropas nacionales en la contienda. En total embarcaron 307 familias, 1.800 personas, con mayoría (953) de varones mayores de 15 años, que se habían refugiado en Francia, tras el final de la Guerra Civil española.
A este buque le siguieron otros como el Ipanema (7 de julio con 998 personas), el Mexique (27 de julio de 1939 con 2.200 personas), el Flandre, con (273 personas el 7 de noviembre de 1939), Nyassa (22 de mayo de 1942 con 863 personas) o Serpa Pinto II (1 de octubre de 1942, este último con sólo 36 personas).
El vapor Sinaia fue requisado por la Alemania nazi en noviembre de 1942 y convertido en barco-hospital. En 1944 fue echado a pique por los alemanes ante Marsella para servir como bloqueo en el marco de la II Guerra Mundial. Finalmente, en 1946, el Sinaia fue reflotado y desguazado.
El 13 de junio de 1939, el buque Sinaia llegó a Méjico con aproximadamente 1.600 refugiados españoles, combatientes en la Guerra Civil española (1936-1939). Este hecho marcó el inicio de la llegada masiva del exilio español al país.
Dos décadas de existencia tuvo el buque Sinaia; durante ellas transportó no sólo a republicanos españoles, sino a muchos libertarios internacionales. Por eso se le conoció como El Buque de la Vida, y los nazis lo tuvieron en su mira hasta lograr hundirlo. En el caso de Méjico y los exiliados españoles, el 25 de mayo de 1939 el buque zarpó de Sète, Francia. En él iban hombres y mujeres, adultos, jóvenes, menores de edad, intelectuales, obreros, campesinos… Todos republicanos que huían del régimen dictatorial que instauro Francisco Franco, tras proclamarse vencedor de la guerra civil.
El viaje duró 19 días y aunque se realizaron dos escalas, en Madeira y en Puerto Rico, los pasajeros no pudieron bajar a tierra. El Sinaia se vio rebasado por el número de pasajeros, el hacinamiento, incertidumbre, miedo y la esperanza de regresar a España se sentía entre los pasajeros, los acompañaba una banda del ejército que amenizaba las veladas nocturnas tocando pasodobles en cubierta, en donde la gente paseaba o se reunía en tertulias. Hicieron un periódico para relatar lo que sucedía durante la travesía: El Sinaia, «Diario de la primera expedición de republicanos a Méjico». Adolfo Sánchez Vázquez, quien era director del Magisterio Español y Escola Proletaria se encargó de su publicación diaria en un mimeógrafo. El periódico trataba temas internacionales, la situación en Europa ante la embestida nazi, y franquista, además de noticias de la comunidad que iba en el barco, nacimientos y obituarios, y también se informaba sobre costumbres, características del país que los acogía: Méjico y por supuesto, los mejicanos.
El 13 de junio, el Sinaia llegó al puerto de Veracruz. Allí desembarcaron los 1.599 pasajeros (953 hombres, 393 mujeres y el resto niños menores de quince años). Fueron recibidos por el pueblo mexicano con grandes y conmovedoras muestras de solidaridad y cariño. Del mismo talante fueron las palabras de bienvenida de Ignacio García Téllez, entonces secretario de Gobernación de Méjico.
El acontecimiento pudo darse gracias al acuerdo entre el presidente Lázaro Cárdenas y el embajador español Félix Gordón Ordás, y a la intensa labor del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles y el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles, quienes se encargaron de organizar y realizar la movilización.
Y Antonio Álvarez Castillo desembarcó en Veracruz. En Méjico Formó una familia y son sus nietos los que hoy quieren saber de sus raíces en Frailes.
Para saber más os recuerdo este libro:
