Decía don Miguel de Unamuno en 1910, cuando escribía desde Las Palmas, refiriéndose a las Islas Canarias: No sé sí en rigor es desde Europa desde dónde ahora escribo… porque ellas no son, ante todo y sobre todo, sino una avanzada de Europa, de España, sobre América, y una avanzada de América sobre España y sobre África… son un mesón colocado en una encrucijada de los caminos de los grandes pueblos1.
Ante este paisaje, ante estas gentes, y en este paraíso, ¿qué hace un frailero aquí en un paraíso cómo éste? Muy fácil; los fraileros han visitados las islas Canarias por dos motivos fundamentales, de viaje de novios, o haciendo el servicio militar, aunque también hemos encontrado un frailero que estudió en la Universidad de La Laguna, otro que se casó con una chicharrera y murió en esas tierras; y un canario que llegó a Frailes como guardia civil y formó una familia en la villa en la que reposa su cuerpo.
Así pues cuando los fraileros llegaban, y llegan a Canarias ven en éstas tierras una diferencia con su lugar de nacimiento, y, al mismo tiempo, quedan enredados en su encanto y cadencia. Los jóvenes que procedentes de Frailes llegaban a las Islas Afortunadas, para cumplir con el servicio militar, lo hacían ilusionados y nerviosos; para muchos de ellos, era la primera vez que abandonaban la comarca y dejaban el hogar familiar para vivir una aventura en solitario.
Era costumbre que la noche anterior a su partida, amigos y familiares se acercasen hasta su casa para “despedirlo”. La despedida consistía en regalarle algún dinero para aliviarle con los gastos del viaje. Este rito cuasi atávico, era conocido como “despedir a los quintos”. Claro esta, los que se marchaban a Canarias tardaban más en volver a sus casas, pero cuando la hacían traían relojes y radio-casetes para todos. Las madres quedaban destrozadas al ver la “mala suerte” de sus retoños en tener que ir a servir tan lejos y rodeados de agua por todas partes. Fueron varios los fraileros que sirvieron en el Archipiélago Canario, entre ellos José Miguel Gallardo Castro, que salió de Frailes rumbo a Hoya Fría para hacer el campamento y más tarde fue destinado a La Cuesta, al regimiento Mixto de Ingenieros. Pepe, confesaba que le encantaron los carnavales y los “roces” con las tinerfeñas en aquel bullicio de gente. Luis Vela Castro, que un 15 de septiembre de 1989 desde la Base Aérea de Getafe partió rumbo a Las Palmas de Gran Canaria, a la Base aérea de Gando que se encuentra a 20 kms. al sur de la ciudad de Las Palmas en la isla de Gran Canaria. Y de Gando, al cuartel General de Macán en dónde hizo la instrucción. Su destino fue Goro, al destacamento de telecomunicaciones en la policía aérea (P.A.). Luis guarda unos buenos recuerdos de su estancia en la isla, y afirma que no le importaría volver ya que nunca lo ha hecho desde aquellos días que finalizaron en el tiempo con el hecho histórico de la llamada “Guerra del Golfo”. Es común a todos los que les hemos preguntado que guardan un recuerdo de aquellos años de “mili” muy bueno, la mayoría no ha vuelto, pero, no les importaría volver. Uno de ellos recibió una sorpresa de sus hijos, con motivo de sus bodas de plata de casado, le regalaron un viaje a Canarias que él con gran emoción aceptó y desde el aeropuerto llamó con voz entrecortada anunciando a los otros compañeros que volvía a las islas.
Pero el número de fraileros que visitaron Canarias aumenta considerablemente cuando nos referimos a los “viajes de novios”. Ya la boda en la villa de Frailes, se reviste de unas peculiaridades propias. Cuándo una pareja decide casarse lo primero que se hace es la “petición de mano”, la familia del novio se dirigía a casa de la novia pertrechados con ricas viandas y licores y allí acordaban la boda, la forma de pago del convite, que era la mitad el padre del novio y la otra mitad el padre de la novia; los padrinos, que solía ser alguno de los hermanos del novio que ya estuviese casado. Ese día de la petición las familias hacían un posible recuento sobre los posibles asistentes a la boda, pues en Frailes, aún subsiste la costumbre de no invitar a la boda, sino que todos se sienten invitados y sopesamos sí debemos asistir o no en cada caso.
Y tras la boda el viaje, que en la mayoría de los casos se iniciaba al día siguiente. Me cuentan los que lo hicieron que entre la década de los 80 y 90 de la centuria pasada se puso de moda los viajes de novios a las Islas Canarias. Era normal salir del aeropuerto de Málaga rumbo a Tenerife, desde el aeropuerto, en autobús al Puerto de la Cruz para alojarse en uno de sus múltiples hoteles.
Al día siguiente se les daba una recepción en la que se informaba de posibles excursiones a conocer la isla. Las más usuales eran al Teide, a Icod de los Vinos para fotografiar al drago milenario, y Loro Parque, en donde ver los espectáculos con delfines y las casi 300 especies de loros. Era frecuente apuntarse a la mayoría de estas visitas. Por la mañana los recogían en el hotel, y en autobús, los llevaban a las excursiones que habían elegido a pasar el día. Y por la tarde de vuelta al hotel en dónde había toda una oferta de diversión; además como solía haber más parejas en las mismas circunstancias se unían en amigable compañía y bailaban en la discoteca hasta bien entrada la madrugada. De las parejas que visitaron Canarias dos merecen nuestro interés por el entusiasmo que ponen cuando cuentan su experiencia María José García y su ya fallecido esposo, Luis Lebrón, y José Manuel Romero e Ino Anguita, siempre tan amables y sinceros que aún hoy siguen aconsejando el viaje a cuantos inician la aventura de vivir en común. Solamente cerrar éste párrafo con la noticia de que el que hoy en día preside a los Cronistas de Jaén, Juan Infante, valdepeñero de pro, también viajó de luna de miel a Canarias.
Un caso poco frecuente entre los fraileros, y mucho menos común hace cincuenta años, un frailero se marchó a estudiar Ingeniero Técnico Agrícola, y para ello se matriculó en la Universidad de La Laguna. Antonio Mudarra Romero guarda bellos y emocionados recuerdos de su época de estudiante, siente como suya la lejana tierra Canaria y piensa que su decisión fue acertada al matricularse en un lugar tan remoto, para la época, que a duras penas, muchos de sus paisanos sabían situar en el mapa. Tres años de estudio y buenas amistades con las que aún se llaman y charlan de lo divino y humano. El mejor recuerdo la cocina canaria, le encantan los sabores canarios. Y conoció en profundidad Tenerife, pues uno de sus amigos ponía el coche, y los otros lo costeaban de gasolina, de ese modo hacían turismo para conocer mejor la tierra que le acogía.
También hay fraileros que quedaron prendados de las Islas y decidieron hacer de estas su hogar. José María Alamedas, llegó como militar a Canarias, a Tenerife, hizo de esta tierra su hogar y el de su familia. Igualmente otro frailero se casó con una canaria que al parecer tenía tierras. Él se dedicó a trabajarlas y amasó una pequeña fortuna que le permitió vivir desahogadamente en esta singular tierra. Toñi Nieto que llegó como trabajadora de “Telefónica” y se quedó, construyó su casa y vuelve a Frailes en Navidad o cuando le entra la nostalgia. Y también fraileros de ida y vuelta, o mejor los que por motivos de trabajo recalaron en las Islas pero que con el tiempo han vuelto a la Península; María José sacó las oposiciones de secundaria y fue destinada a Canarias. Allí pasó unos años muy felices y nacieron los preciados tesoros de sus hijos, pero volvió y desde la lejanía habla del tiempo que vivió en tan afortunada tierra.
Y por último, que no el último, un canario en Frailes. Una historia peculiar de esas que hay ocultas en los pueblos y que si no se rescatan pasarán al olvido, por ello, creemos es necesario contar.
Alfredo de la Cruz Hernández era de la villa de Mazo, La Palma. En plena Guerra Civil llegó a la Península y al finalizar ésta pasó de alférez provisional a la Guardia Civil. Fue destinado a Frailes y se enamoró de Encarna, una bella frailera. Alfredo fue destinado a otro lugar, pero el recuerdo de Encarna le hizo volver a solicitar Frailes. Y volvió, se casó y se quedó.
Que diferente Andalucía de su tierra natal, aquí es monte mediterráneo y olivares; mares de olivos de verde aceituna. Allí en La Palma, extensas corrientes de lavas con pequeños cráteres eruptivos, y una campiña de bellas tonalidades por las jugosas manchas de sus cultivos sobre las tierras volcánicas. También el clima diferente, en Frailes duros inviernos y cálidos veranos; en Mazo todo esta dulcificado por el Atlántico. Frailes a 930 metros de altitud, Mazo a 600 metros. En Frailes dos pequeños riachuelos atraviesan la localidad, en Mazo extensos ríos de lava la cruzan desde la cumbre al mar.
De su matrimonio con Encarna nació Antonio, que en Frailes es conocido como “Canario” debido al gentilicio de la procedencia de su padre. Antonio, mantiene buena relación con la familia paterna y ha visitado las Islas. Silvia, la tercera generación de canarios en Frailes, siente curiosidad por saber de sus antepasados y siente a La Palma como su tierra.
Juego mágico éste de las islas. Leyenda, historia, clima y ventura. Volcanes que crean una isla de mar a cumbre, en altitudes propicias para aclimatar, en calores y fríos, toda la vida vegetal de la tierra, jardines permanentes, en permanente primavera, donde se dan cita los continentes, en flor y en fruto. La melodía del lenguaje, en el hombre. Color y sabor de tierras lejanas, con el rico tamiz de una luz perdurable, característica, auténtica y con propiedad de algo nuevo e inédito. Islas de verdad; piedras en el vado atlántico, con una isla de sueños, de leyenda.
1UNAMUNO, M. Por tierras de Portugal y de España. Madrid 1930.