Ahora sé que no supimos entenderte, que solo vimos la sangre que chorreaba ya por los dedos de tus manos cuando nos conocimos, tu carácter absolutamente explosivo, tanto como las bombas que te gustaba detonar y los tiros en la nuca que descerrajabas a la primera de cambio. No supimos pararte, serenarte, ponerte algún límite. Ayudarte. Eras un enfermo. Yo tampoco supe parar a tiempo. Así nos fue. Así nos va.