José Poblador entra como un rayo en la taberna “El Atranque” de la calle Llana, coge a los milicianos por el cuello, los saca cada uno en una mano, los pasea por el centro de la plaza del Ayuntamiento y los pone contra la pared de la fachada del Hospital de Alcalá la Real situado cerca de la taberna. Sin mediar palabra les descerraja un tiro en la cabeza a cada uno y caen de bruces. El personal sanitario queda sobrecogido. Los hombres del 216 Batallón se vuelven súbitamente disciplinados como soldados de plomo y la comarca queda tan conmocionada como si hubiera sido arrasada por una nueva plaga de cigarrones.