PUENTE DEL OLIVAR

Los puentes pueden considerarse como una de las construcciones cuyos orígenes se pierden en los albores del tiempo. Son las obras civiles por excelencia. Sin embargo, son mucho más que simples construcciones, un puente ha sido, y es, sin género de dudas, un elemento indispensable para el desarrollo de la civilización y de la cultura.

Los puentes a lo largo de la historia han identificado paisajes y se han erigido en articuladores del espacio. El puente es un elemento del camino, por tanto, no puede entenderse sin él, pero tampoco sin el obstáculo. Es el paradigma del esfuerzo de la razón en su pretensión de superar todo tipo de dificultad y contratiempo. Los puentes … expresan la superación de un obstáculo, de una incomunicación, de una situación comprometida. Es el afán sempiterno por vencer los límites que amordazan la voluntad humana.

Son la metáfora perfecta de la unión entre las partes, de la comunicación, del intercambio y del progreso. También significa el paso o tránsito hacia el otro lado, hacia lo desconocido, con toda la carga de magia y misterio que lo rodea. Es la victoria de la razón sobre las fuerzas de la Naturaleza, aunque para otros es fruto de la intervención del maligno. Fernández-Troyano nos recuerda que la magia consiste en “sostener el camino en el aire”, dejándolo flotar contra todo pronóstico, sorteando el orden establecido.

Es un símbolo de poder para quien lo controla y un paso hacia la inmortalidad para quien lo construye. Para otros es propaganda, una “golosina visual”, una marca o un reclamo turístico. Sin embargo, para los ingenieros, un puente puede ser la más bella obra que la razón ha regalado a los humanos. Aprender a ver un puente, por tanto, va más allá de la simple contemplación; consiste en descubrir su verdad interna, aquello que el autor ha querido expresar y que, en esencia, es la posibilidad de crear una estructura sólida, bella y funcional, como diría Vitruvio.

Un puente es una obra de arte que, más allá de su arquitectura, presenta una dialéctica tensional que, bien entendida e interpretada, permite escucharla como una composición musical, con todos sus matices, timbres y tonos. Sin embargo, como cualquier obra de arte, es imposible descifrarla fuera de contexto, sin su entorno, sin la sociedad que la creó.

Si nos dejamos llevar por la corriente de las frescas y ruidosas aguas del río Frailes, llegamos a uno de los más ocultos y bonitos puentes, el conocido como Puente del Olivar. Daba paso al Cerrillo, a la Ribera, y a los olivares de la zona del Romeral.

De bella factura, se encuentra cuasi abandonado entre la exuberante maleza, con un solo ojo de arco de medio punto, es similar a otros puentes de la Villa, por lo que suponemos se construyeron en la misma época, finales del siglo XIX. Anclado su arco en las piedras que hacen de sostén y apoyo para construir el puente.

En 1936, en el mes de octubre los milicianos de Peal de Becerro, sacaron a los fraileros, que se encontraban presos en la iglesia y los condujeron por el puente del Olivar hasta el lugar en el que los fusilaron.

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